JESUCRISTO, REY DEL UNIVERSO
Evangelio de San Lucas 23,
35 – 43
Evangelio de san
Lucas, capitulo 23. Jesucristo, rey del universo. La de hoy, del domingo, es
una fiesta reservada a pequeños, a los humildes, a quienes nada les ha quedado
en herencia, si no es Dios. No te escandalices si de tu fiesta no participan
los poderosos, los que a sí mismos se salvan, el poder y el orgullo les ciegan,
y no verán al Cordero, al hijo, que Dios nos ha dado, a Jesús de Nazaret
exaltado en la cruz.
ORACION:
“Ven, Espíritu Santo, y
enséñame a esperar.
Porque las cosas que
deseo no llegan rápidamente, enséñame a esperar.
Porque no puedo pretender
que los demás cambien de un día para otro, enséñame a esperar.
Porque yo mismo voy
cambiando muy lentamente, enséñame a esperar.
Porque la vida tiene sus
estaciones y todo llega a su tiempo, enséñame a esperar.
Para que acepte que no
estoy en el cielo sino en la tierra, enséñame a esperar.
Para que no le exija a
este día lo que no me puede dar, enséñame a esperar.
Para que reconozca que el
mundo no puede estar a mi servicio, enséñame a esperar.
Ven Espíritu Santo, y
enséñame a aceptar que muchas cosas se postergan, para que valore lo que la
vida me propone ahora, aunque sea pequeño, aunque parezca poco.
Ven, Espíritu Santo,
enséñame a esperar, Amén.”
Lectura del Evangelio de San Lucas 23, 35 -43
En aquel tiempo, los magistrados hacían muecas a Jesús diciendo: “A otros
ha salvado; que se salve a sí mismo, si él es el Mesías de Dios, el Elegido”.
Se burlaban de él también los soldados, que se acercaban y le ofrecían
vinagre, diciendo; “Si eres tú el rey de los judíos, sálvate a ti mismo”.
Había también por encima de él un letrero: “Este es el rey de los judíos”.
Uno de los malhechores crucificado lo insultaba diciendo: “¿No eres tú el
Mesías? Sálvate a ti mismo y a nosotros”. Pero el otro, respondiéndole e
increpándole, le decía: ¿Ni siquiera temes tú a Dios, estando en la misma condena
¿? Nosotros, en verdad, los estamos justamente, porque recibimos el justo pago
de lo que hicimos; en cambio, este no ha hecho nada malo”.
Y decía: “Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino”.
Jesús le dijo: “En verdad te digo: hoy estarás conmigo en el Paraíso”.
Comentario – reflexión
sobre el evangelio proclamado
Con la
fiesta del próximo domingo se llega al final del año litúrgico, y se trata de
una fiesta que debemos entenderla en su significado bíblico y evangélico, lejos
de cualquier interpretación de carácter político, de dominio, o de imposición.
Sí es
cierto que fue en el año 1925 cuando el Para Pio IX instituyó esta fiesta en
una Europa muy convulsa, a fin de propugnar la religión católica como religión
oficial de los Estados, buscando de esta manera una indudable situación de
privilegio, pero el evangelio de Jesús no va por ese camino.
Es cierto
que las esperanzas mesiánicas del pueblo judío en tiempos de Jesús pasaban por
la aparición de un nuevo rey, a estilo del rey David, que fuera un rey poderoso
y triunfador. Pero Jesús cambió totalmente estas expectativas y mostró
claramente cuál era el contenido del Reino que venía a predicar, y que nos
pidió que lo pidiéramos cada día en el Padrenuestro con las palabras venga a nosotros tu Reino...
Para no
confundir la terminología con realidades humanas, tal vez nos iría mejor hablar
de Proyecto o de Utopía para referirnos al verdadero contenido del Reino que
Jesús vino a mostrarnos.
De hecho,
el prefacio de la misa de la fiesta lo define muy claramente: el Reino de Jesús es un Reino universal (para todos) y eterno (que no tiene fin), de
verdad y de vida (dos
valores fundamentales: el amor y la defensa de la verdad y de la vida), de santidad y de gracia (todos estamos llamados a la
santificación con la ayuda de la gracia que Dios nos da), de justicia, de amor y de paz (tres grandes valores
evangélicos que han de ser trabajados día a día).
El Reino de Dios que Jesús vino
predicar no es, por lo tanto, un reino basado en el poder, sino en la
ética, la honradez, el respeto, la igualdad de deberes y derechos, la bondad, y
la proximidad y cercanía a los más débiles. Y construir el Reino es implicarse
cada día en vivir y transmitir estos valores en nuestra vida cotidiana.
Ahora os pedimos tres minutos de silencio. Algo tan sencillo,
tan simple y sin embargo a veces tan complicado.
Tres minutos de
nuestro tiempo, tres minutos para nosotros mismos, para interiorizar, sin
pensar, sin preocuparnos por nada, solo tres minutos, sin prisas, para que la
paz llegue a nuestro interior, a nuestro corazón.
En la meditación,
suele usarse la fórmula de repetir una palabra y es lo que os proponemos hoy.
El proceso es tan sencillo y tan simple que nos parecerá extraño. Pero si somos
fieles a lo simple, nos ayudará.
Proponemos la
palabra “Maranathá”, “Ven Señor” en arameo, la lengua de Jesús. Repitiendo en
silencio, para nosotros estas cuatro silabas, “MA, RA, NA, THA”, simple y
sencillo.
Nos vendrán
pensamientos a la mente; simplemente los ignoramos y volvemos a la palabra.
Tres minutos de silencio, repitiendo lentamente la palabra, volviendo a ella
cuando nos distraigamos, cuando nos despistemos; por un ruido, por las
campanas, por un coche, o por las tareas de la casa... simplemente volveremos a
la palabra y continuamos.
Pondremos una
suave música que nos acompañe.
Nos podemos
cómodos, con la espalda recta, cerramos los ojos, y todo lo quietos que
podamos.
Respiramos
profundamente, relajados, despacio e interiormente, comenzamos a repetir la
palabra.
Regresamos a la
palabra cuando nos demos cuenta que hemos dejado de decirla. Solo tres minutos.
SALMO
Enséñame, Señor, tu camino,
para que siga tu verdad;
mantén mi corazón entero
en el temor de tu nombre.
Te alabaré de todo corazón, Dios mío;
daré gloria a tu nombre por siempre,
por tu gran piedad para conmigo,
porque me salvaste del abismo profundo.
Dios mío, unos soberbios se levantan contra mí,
una banda de insolentes atenta contra mi vida,
sin tenerte en cuenta a ti.
Pero tú, Señor, Dios clemente y misericordioso,
lento a la cólera, rico en piedad y leal,
16mirame, ten compasión de mí.
Da fuerza a tu siervo,
salva al hijo de tu esclava;
dame una señal propicia,
que la vean mis adversarios y se avergüencen,
porque tú, Señor, me ayudas y consuelas.
Padre nuestro que estás en el cielo,
santificado sea tu Nombre;
venga a nosotros tu Reino;
hágase tu voluntad
en la tierra como en el cielo.
Danos hoy
nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal.
Amén.
En nombre de todo
el grupo, Amparo, Carme, Eulogio, Manuel, Roser, y la colaboración de Mn. Manel
Simó. Muchas gracias por participar en este encuentro de oración y reflexión.
Os informamos que el próximo encuentro el viernes 20 de enero 2023 a las
19:30h.
Parroquia N.S. Salas Viladecans.
No hay comentarios:
Publicar un comentario