lunes, 24 de febrero de 2014

Homilia de Mn. Manel Simó sobre el "Día de Andalucía 2014"

Día de Andalucía 2014
Viladecans, 22 de febrero
Manel Simó
Apreciados todos:
           
            Ayer, sábado, celebrábamos el 75 aniversario de la muerte, en el exilio, del gran poeta sevillano Antonio Machado. Un poeta firmemente andaluz, aunque fuera luego quien mejor cantara la Castilla profunda.
            Y cuando nos hallamos en una necesaria, aunque muchas veces impugnada, recuperación de la memoria histórica, me ha parecido oportuno aprovechar esta intervención mía en la Fiesta del Día de Andalucía, que estamos celebrando aquí, para evocar el compromiso social y la preocupación religiosa de Antonio Machado, como espejo donde todos nos podemos contemplar para poder imitarlo.
            Veamos, en primer lugar, su gran dimensión social.
            Machado fue un gran poeta, pensador y filósofo, crítico con la España que le tocó vivir, a la vez que mostraba una gran esperanza en una España nueva y distinta, que rompiera con aquellos célebres versos suyos Españolito que vienes al mundo/ te guarde Dios/ una de las dos Españas / ha de helarte el corazón.
            Machado fue, además, una persona intensamente comprometida, un artista que mostró su gran coherencia vital y nos dejó una obra escrita que reflejaba vivamente la situación de una España en decadencia cultural y política. Una España que le llevaba a la difícil tarea de hacer caminos sobre el mar: Todo pasa y todo queda / pero lo nuestro es pasar /pasar haciendo caminos / caminos sobre el mar.  
            Y, finalmente, Machado fue una persona austera, desasida de cualquier esclavitud material. Conocidos son sus versos: Y cuando llegue el día del último viaje, y esté al partir la nave que nunca ha de tornar, me encontrarás a bordo, ligero de equipaje, casi desnudo, como los hijos de la mar.
            He aquí, pues, tres características de la dimensión social de Antonio Machado que son hoy perfectamente imitables por todos nosotros.
             Porque, ¿no nos hallamos hoy también nosotros con esas dos Españas, la España de los explotadores y corruptos, y la España de los explotados y vilmente marginados? ¿Cuál tendrá que ser nuestra actitud? ¿Solamente la queja y la desesperanza, o la lucha por una sociedad más justa e igualitaria, como hizo el poeta.
           
            Ante una España en plena decadencia cultural y política, como en tiempos de Machado, y quizá aún peor, ¿es nuestro compromiso como el del poeta aunque sean muchas veces complejos y difíciles hacer camino sobre un mar de incomprensiones y marginaciones?
            ¿Somos ya esclavos de una sociedad materialista y deshumanizada que confunde precio con valor y nos esclaviza en un consumismo absurdo?

            Y el segundo punto que quisiera subrayar, quizá más propio del acto religioso que estamos celebrando es la dimensión esperanzada y religiosa del gran poeta Antonio Machado.
            Frente a quienes han querido menospreciar esta posición religiosa del poeta, pretendiendo que son incompatibles la fe y el claro compromiso de izquierdas, Machado escribe a Unamuno y le dice: cuando reconozco que hay otro yo, que no soy yo mismo, ni es obre mía, caigo en la cuenta de que Dios existe y de que debo creer en El como en un padre.
            Y todos conocemos sus célebres versos: Anoche cuando dormía soñé / ¡bendita ilusión! que era Dios lo que tenía / dentro de mi corazón. Es el Dios del que en su obra Campos de Castilla afirma que todos llevamos / el Dios que todos buscamos. Soñar, para Machado, no es simplemente una vaguedad ilusa. Lo aclara cuando dice: Mi corazón no duerme. Está despierto. Ni duerme, ni sueña, mira los claros ojos abiertos, y escucha a orillas del gran silencio...
            Otra cosa es, naturalmente, qué imagen de Jesucristo es el que era objeto de la fe y de la admiración de Machado. Lo canta en su célebre saeta: cantar del pueblo andaluz, que todas las primaveras / anda pidiendo escaleras / para subir a la cruz. Cantar de la tierra mía / que echa flores / al Jesús de la agonía / y es la fe de mis mayores. Pero Yo quiero cantar al Jesús que anduvo en el mar... Y es que, como ha quedado dicho antes, Machado admira al Jesús, que como él intentó, pasa haciendo caminos sobre el mar. El Jesús comprometido y encarnado con la realidad, como han de ser los auténticos cristianos y cristianas.

             Queridos todos: el evangelio de hoy nos hablaba del amor amplio y misericordioso, que se expresa en el diálogo y el respeto, la solidaridad y la lucha por un mundo mejor. Antonio Machado, como tantos hombres y mujeres de todos los tiempos, creyentes y no creyentes, es, para todos nosotros, un estímulo y un ejemplo. Es creíble,  que es a lo que todos nosotros debiéramos aspirar. Que así sea.

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