Día
de Andalucía 2014
Viladecans,
22 de febrero
Manel Simó
Apreciados todos:
Ayer, sábado,
celebrábamos el 75 aniversario de la muerte, en el exilio, del gran poeta
sevillano Antonio Machado. Un poeta firmemente andaluz, aunque fuera luego
quien mejor cantara la Castilla profunda.
Y cuando nos
hallamos en una necesaria, aunque muchas veces impugnada, recuperación de la
memoria histórica, me ha parecido oportuno aprovechar esta intervención mía en
la Fiesta del Día de Andalucía, que estamos celebrando aquí, para evocar el
compromiso social y la preocupación religiosa de Antonio Machado, como espejo
donde todos nos podemos contemplar para poder imitarlo.
Veamos, en primer
lugar, su gran dimensión social.
Machado fue un
gran poeta, pensador y filósofo, crítico con la España que le tocó vivir, a la
vez que mostraba una gran esperanza en una España nueva y distinta, que
rompiera con aquellos célebres versos suyos Españolito
que vienes al mundo/ te guarde Dios/ una de las dos Españas / ha de helarte el
corazón.
Machado fue, además, una
persona intensamente comprometida, un artista que mostró su gran coherencia
vital y nos dejó una obra escrita que reflejaba vivamente la situación de una
España en decadencia cultural y política. Una España que le llevaba a la difícil
tarea de hacer caminos sobre el mar: Todo
pasa y todo queda / pero lo nuestro es pasar /pasar haciendo caminos / caminos
sobre el mar.
Y, finalmente,
Machado fue una persona austera, desasida de cualquier esclavitud material.
Conocidos son sus versos: Y cuando llegue
el día del último viaje, y esté al partir la nave que nunca ha de tornar, me
encontrarás a bordo, ligero de equipaje, casi desnudo, como los hijos de la
mar.
He aquí, pues,
tres características de la dimensión social de Antonio Machado que son hoy
perfectamente imitables por todos nosotros.
Porque, ¿no nos hallamos hoy también nosotros
con esas dos Españas, la España de los explotadores y corruptos, y la España de
los explotados y vilmente marginados? ¿Cuál tendrá que ser nuestra actitud?
¿Solamente la queja y la desesperanza, o la lucha por una sociedad más justa e
igualitaria, como hizo el poeta.
Ante una España
en plena decadencia cultural y política, como en tiempos de Machado, y quizá
aún peor, ¿es nuestro compromiso como el del poeta aunque sean muchas veces
complejos y difíciles hacer camino sobre
un mar de incomprensiones y marginaciones?
¿Somos ya
esclavos de una sociedad materialista y deshumanizada que confunde precio con
valor y nos esclaviza en un consumismo absurdo?
Y el segundo
punto que quisiera subrayar, quizá más propio del acto religioso que estamos
celebrando es la dimensión esperanzada y religiosa del gran poeta Antonio
Machado.
Frente a quienes
han querido menospreciar esta posición religiosa del poeta, pretendiendo que
son incompatibles la fe y el claro compromiso de izquierdas, Machado escribe a
Unamuno y le dice: cuando reconozco que
hay otro yo, que no soy yo mismo, ni es obre mía, caigo en la cuenta de que
Dios existe y de que debo creer en El como en un padre.
Y todos conocemos
sus célebres versos: Anoche cuando dormía
soñé / ¡bendita ilusión! que era Dios lo que tenía / dentro de mi corazón. Es
el Dios del que en su obra Campos de
Castilla afirma que todos llevamos /
el Dios que todos buscamos. Soñar, para Machado, no es simplemente una
vaguedad ilusa. Lo aclara cuando dice: Mi
corazón no duerme. Está despierto. Ni duerme, ni sueña, mira los claros ojos
abiertos, y escucha a orillas del gran silencio...
Otra cosa es, naturalmente,
qué imagen de Jesucristo es el que era objeto de la fe y de la admiración de
Machado. Lo canta en su célebre saeta: cantar
del pueblo andaluz, que todas las primaveras / anda pidiendo escaleras / para
subir a la cruz. Cantar
de la tierra mía / que echa flores / al Jesús de la agonía / y es la fe de mis
mayores. Pero Yo quiero cantar al
Jesús que anduvo en el mar... Y es que, como ha quedado dicho antes,
Machado admira al Jesús, que como él intentó, pasa haciendo caminos sobre el mar. El Jesús comprometido y
encarnado con la realidad, como han de ser los auténticos cristianos y
cristianas.
Queridos todos: el evangelio de hoy nos
hablaba del amor amplio y misericordioso, que se expresa en el diálogo y el
respeto, la solidaridad y la lucha por un mundo mejor. Antonio Machado, como
tantos hombres y mujeres de todos los tiempos, creyentes y no creyentes, es,
para todos nosotros, un estímulo y un ejemplo. Es creíble, que es a lo que
todos nosotros debiéramos aspirar. Que así sea.
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