FULL de la parròquia
Santa
Maria Magdalena
DE VILADECANS
12-11-2017 Nº 550
DIUMENGE XXXII
I JORNADA MUNDIAL DE LOS POBRES
Domingo XXXIII del Tiempo Ordinario 19 de noviembre de
2017
No amemos de
palabra sino con obras
1. «Hijos míos,
no amemos de palabra y de boca, sino de verdad y con obras» (1 Jn 3,18).
Estas palabras del apóstol Juan expresan un imperativo que ningún cristiano
puede ignorar. La seriedad con la que el «discípulo amado» ha transmitido hasta
nuestros días el mandamiento de Jesús se hace más intensa debido al contraste
que percibe entre las palabras vacías presentes a menudo en
nuestros labios y los hechos concretos con los que tenemos que
enfrentarnos. El amor no admite excusas: el que quiere amar como Jesús amó, ha
de hacer suyo su ejemplo; especialmente cuando se trata de amar a los pobres.
Por otro lado, el modo de amar del Hijo de Dios lo conocemos bien, y Juan lo
recuerda con claridad. Se basa en dos pilares: Dios nos amó primero (cf. 1
Jn 4,10.19); y nos amó dando todo, incluso su propia vida (cf. 1
Jn 3,16).
Un amor así no puede
quedar sin respuesta. Aunque se dio de manera unilateral, es decir, sin pedir
nada a cambio, sin embargo inflama de tal manera el corazón que cualquier
persona se siente impulsada a corresponder, a pesar de sus limitaciones y
pecados. Y esto es posible en la medida en que acogemos en nuestro corazón la
gracia de Dios, su caridad misericordiosa, de tal manera que mueva nuestra
voluntad e incluso nuestros afectos a amar a Dios mismo y al prójimo. Así, la
misericordia que, por así decirlo, brota del corazón de la Trinidad puede
llegar a mover nuestras vidas y generar compasión y obras de misericordia en
favor de nuestros hermanos y hermanas que se encuentran necesitados.
2. «Si el afligido
invoca al Señor, él lo escucha» (Sal 34,7). La Iglesia desde
siempre ha comprendido la importancia de esa invocación. Está muy atestiguada
ya desde las primeras páginas de los Hechos de los Apóstoles, donde Pedro pide
que se elijan a siete hombres «llenos de espíritu y de sabiduría» (6,3) para
que se encarguen de la asistencia a los pobres. Este es sin duda uno de los
primeros signos con los que la comunidad cristiana se presentó en la escena del
mundo: el servicio a los más pobres. Esto fue posible porque comprendió que la
vida de los discípulos de Jesús se tenía que manifestar en una fraternidad y
solidaridad que correspondiese a la enseñanza principal del Maestro, que
proclamó a los pobres como bienaventurados y herederos del
Reino de los cielos (cf. Mt 5,3).
«Vendían posesiones y
bienes y los repartían entre todos, según la necesidad de cada uno» (Hch 2,45).
Estas palabras muestran claramente la profunda preocupación de los primeros
cristianos. El evangelista Lucas, el autor sagrado que más espacio ha dedicado
a la misericordia, describe sin retórica la comunión de bienes en la primera
comunidad. Con ello desea dirigirse a los creyentes de cualquier generación, y
por lo tanto también a nosotros, para sostenernos en el testimonio y animarnos
a actuar en favor de los más necesitados. El apóstol Santiago manifiesta esta
misma enseñanza en su carta con igual convicción, utilizando palabras fuertes e
incisivas: «Queridos hermanos, escuchad: ¿Acaso no ha elegido Dios a los pobres
del mundo para hacerlos ricos en la fe y herederos del reino, que prometió a
los que le aman? Vosotros, en cambio, habéis afrentado al pobre. Y sin embargo,
¿no son los ricos los que os tratan con despotismo y los que os arrastran a los
tribunales? [...] ¿De qué le sirve a uno, hermanos míos, decir que tiene fe, si
no tiene obras? ¿Es que esa fe lo podrá salvar? Supongamos que un hermano o una
hermana andan sin ropa y faltos del alimento diario, y que uno de vosotros les
dice: “Dios os ampare; abrigaos y llenaos el estómago”, y no les dais lo
necesario para el cuerpo; ¿de qué sirve? Esto pasa con la fe: si no tiene
obras, por sí sola está muerta» (2,5-6.14-1
AVISOS:
Hoy día de la Iglesia diocesana: colecta especial de
Germanor.
Familia contigo.
Miércoles a las 11 h. de la mañana: misa a la residencia Federica Montseny.
Viernes a las 19’30 h. en Santa María de Salas: Ven y verás.
Sábado próximo a las 18’30 h. en Santa Magdalena: Misa Familiar.
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