miércoles, 22 de noviembre de 2017

VEN Y VERAS, VINE I VEURAS Un temps per obrir el cor a Jesús.


Guión 39º - La parábola de los talentos. 
 
Evangelio de san Mateo 25 14-30 17 de noviembre de 2017 Parroquia N.S. Salas

Seguimos con el Evangelio de san Mateo; Hoy corresponde el capítulo 25; que lleva por título: La parábola de los talentos.

Jesús y los discípulos están en Jerusalén. Se inicia el drama de la fe. Se enfrentan al poder religioso. Pero continúan con sus enseñanzas a través de la parábola. Nos cuentan que debemos esperar el Reino con diligencia y perseverancia, atentos y preparados, y desarrollando todas nuestras capacidades.


"Lectura del Evangelio de san Mateo, 25, 14-30" Jesús dijo a sus discípulos esta parábola: El Reino de Dios es también como un hombre que, al salir de viaje, llamó a sus servidores y les confió sus bienes. A uno le dio cinco talentos, a otro dos, y uno solo al tercero, a cada uno según su capacidad; y después partió. En seguida, el que había recibido cinco talentos, fue a negociar con ellos y ganó otros cinco. De la misma manera, el que recibió dos, ganó otros dos, pero el que recibió uno solo, hizo un pozo y enterró el dinero de su señor. Después de un largo tiempo, llegó el señor y arregló las cuentas con sus servidores. El que había recibido los cinco talentos se adelantó y le presentó otros cinco. “Señor,”- le dijo, - “me has confiado cinco talentos; aquí están los otros cinco que he ganado”. “Está bien, servidor cumplidor y fiel” -le dijo su señor- “ya que me respondiste fielmente en lo poco, te encargaré de mucho más: entra a participar del banquete de tu señor”. Luego, llegó el que había recibido dos talentos y le dijo: “Señor, me has confiado dos talentos; aquí están otros dos talentos que he ganado”. “Está bien, servidor cumplidor y fiel, ya que respondiste fielmente en lo poco, te encargaré de mucho más; entra a participar del banquete de tu señor”. Luego llegó el que había recibido un solo talento. “Señor”, -le dijo- “sé que eres hombre exigente; cosechas donde no has sembrado y recoges donde no has esparcido. Por eso tuve miedo y fui a enterrar tu talento: ¡Aquí tienes lo tuyo! Pero el señor respondió: “Servidor indigno y holgazán, si sabías que cosecho donde no he sembrado y recojo donde no he esparcido, tendrías que haber puesto mi dinero en el banco, y así, a mi regreso, lo hubiera recuperado con intereses”. Quítenle el talento para dárselo al que tiene diez, porque al que tiene, se le dará y le sobrará, pero al que no tiene, se le quitará hasta lo que tiene. 
COMENTARIO DEL EVANGELIO PROCLAMADO 
      Con este Evangelio finaliza propiamente el año litúrgico, y la liturgia de la Palabra presenta este aire de advertencia final que ha ido caracterizando las últimas semanas. El talento era la moneda griega de más cotización. Equivalía a 6.000 denarios, y es conveniente recordar que un denario venía a ser el sueldo diario de un trabajador. En esta parábola, los talentos significan los dones que tenemos y que hay que trabajar y hacer fructificar. No solamente hemos de mirar de no malgastarlos, sino de multiplicarlos. 
Y el criterio que será utilizado para pedirnos cuentas será el del esfuerzo y la diligencia que hayamos empleado en nuestra labor. Es una parábola que interpela a cualquier ser humano, pero mucho más a los cristianos, porque son muchos los dones que hemos recibido de Dios: la vida, la naturaleza, la salud, nuestras capacidades intelectuales y espirituales, las habilidades, los bienes económicos, las personas que nos quieren, la fe, la gracia, los sacramentos, la Palabra, la figura de Cristo…: todo es un gran regalo. 
Una vez más, es necesario insistir en que este relato se ha de leer e interpretar como una parábola y que se ha de huir de cualquier mentalidad económica, como si Jesús defendiera que hay que producir y producir mucho y que el que no produce, no sirve; o que hay que aumentar la productividad, los altos rendimientos bancarios y las inversiones en valores… Dejemos, por tanto, de lado la lectura literal y los criterios humanos, y preguntémonos qué significan en el relato esos talentos y como hay que entender su productividad. 
La primera interpretación de la que se deberá huir es pensar que Dios presente aquí un ajuste de cuentas con los seres humanos. En cualquier lectura evangélica, el telón de fondo siempre ha de ser que la misericordia de Dios no tiene límites. Esta parábola es la gran parábola de la libertad y la responsabilidad. 
Los talentos son la capacidad de cada uno para contribuir en el proyecto de Dios para la humanidad y para el establecimiento del Reino. Son oportunidades que Dios nos da… Esta capacidad hay que hacerla fructificar, trabajando para que el Reino sea posible, compartiendo aquello que somos y tenemos. No se trata de entrar en competición con los demás para ver quien produce más, ni de producir necesariamente más que los demás, sino de producir cada uno aquello que pueda, desde la libertad y desde la responsabilidad.
    El gran talento recibido es el amor de Dios, y este fructifica siempre amando a los demás. Mientras el sistema económico habla de eficacia, productividad, beneficios, etc., El evangelio habla de eficiencia en el amor, la solidaridad, el compromiso… los dones recibidos crecen si con ellos crece el amor. Lo que no vale, es no hacer nada para extender el Reino. 

El gran error del sirviente indigno y holgazán fue el miedo, y también seguramente, el hecho de pensar que, si había recibido menos dinero que los demás, no valía la pena esforzarse. Es cierto que el miedo es paralizador de muchos proyectos y de muchos propósitos, y no sorprende que Jesús, como buen pedagogo, repitiese tantas veces a sus discípulos las palabras; no tengáis miedo. 
Y que no nos desoriente la última frase de la parábola, cuando dice: “al que tiene, se le dará y le sobrará, pero al que no tiene, se le quitará hasta lo que tiene”.  No hablamos aquí de nada material. Quiere decir que una actitud abierta y trabajadora tendrá su recompensa plena; una actitud cerrada y dormida en si misma se quedará todavía más frustrada y vacía. 


 



 

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