PARROQUIA
DE
SANTA MARIA MAGDALENA
VILADECANS
30/12/2018 Nº 604
NAVIDAD
Acojamos en el Niño Jesús
el amor de Dios y esforcémonos para hacer que nuestro mundo sea más humano, más
digno de los niños de hoy y de mañana.
Papa Francisco
Continuem celebrant
Nadal. Els diversos evangelis ens ajuden a contemplar aspectes diversos del
mateix misteri de l'Encarnació del Fill de Déu.
Que tingueu molta pau!
Mn.
Josep Maria Romeguera
AVISOS:
1)
Curso general de liturgia.
Para la formación de agentes de Pastoral Litúrgica. Días 26 de enero, 23 de
febrero, y 23 de marzo de 2019. De 10 a 13 h. de la mañana en la rectoría de
Castelldefels. Comunicad con el sacerdote de vuestra parroquia. Organiza: el
Consell Arxiprestal de Brugers. Colabora: Vicaria episcopal del Llobregat i
delegació de Pastoral Sacramental y Litúrgica.
2)
El grupo de Teresa de
Calcuta ha confeccionado unos magníficos objetos de Navidad que pone a
vuestra disposición después de la misa de doce. Podéis pasar por el local para
verlos y adquirirlos.
FELIZ 2019
Misa
fin de año por la paz.
Lunes 31 de diciembre a las 20 h. de la noche.
Misa
de Año nuevo:
Martes 1 de enero a las 12 h. de la mañana.
Entre semana las misas se celebran como es habitual
a las siete de la tarde.
CANVIS
PARROQUIALS A VILADECANS I SANT CLIMENT.
Des de fa una colla d’anys, les
parròquies de Viladecans i Sant Climent hem anat treballant en conjunt. Som
conscients que ha minvant el nombre de preveres disponibles i ha augmentat la
seva edat, circumstancies que demanen certa reorganització. Per aquest motiu
volem informar d’alguns canvis que afecten a varies de les nostres comunitats.
1)
El nostre Bisbe Mons. Agustí Cortés i Soriano, cercant el be
pastoral de Viladecans i Sant Climent, valorant el treball realitzat per
tothom, ha acceptat la jubilació de Mn. Joan Puig Mas de la parròquia de Sant
Joan Baptista, presentada ja fa cinc anys. El Sr. Bisbe manté i agraeix que Mn.
Joan Puig continuï com a rector de les parròquies de la Montserratina y Sant
Climent amb l’ajuda de Mn. Sebastià Payá Sánchez. Diaca. I de Mn. Jaume Boguñá
Casals.
2)
El Bisbe nomena nou rector de Sant Joan Baptista a Mn.
Frederic Esteve. Amb l’ajuda de: Mn. Josep Maria Gómez de Perugia i Mn. Juanjo
Castaño Santos, Diaques. Mn. Fredi continua com a rector de Santa Maria Magdalena,
però serà substituït, a Santa Maria de Sales per Mn. Manolo Gómez actual rector
de Sant Nicasi, que no deixa les seves funcions anteriors.
Ens encomanem a la pregària del poble Sant de Déu. Preguem
pel bé de les nostres comunitats. Que el misteri del Nadal, ens ajudi a viure
la joia de ser per als altres.
Nos encomendamos
a la oración del pueblo santo de Dios. Pedimos por el bien de nuestras
comunidades. Que la celebración de esta navidad nos ayude a vivir con alegría
el ser para los demás. FELICES FIESTAS!
MENSAJE DEL SANTO PADRE 52 JORNADA MUNDIAL
DE LA PAZ 1 DE ENERO DE 2019
La buena política
está al servicio de la paz
1. “Paz a esta casa”
Jesús, al enviar a sus discípulos en misión, les dijo: «Cuando entréis en
una casa, decid primero: “Paz a esta casa”. Y si allí hay gente de paz,
descansará sobre ellos vuestra paz; si no, volverá a vosotros» (Lc 10,5-6).
Dar la paz está en el centro de la misión de los discípulos de Cristo. Y
este ofrecimiento está dirigido a todos los hombres y mujeres que esperan la
paz en medio de las tragedias y la violencia de la historia humana[1].
La “casa” mencionada por Jesús es cada familia, cada comunidad, cada país, cada
continente, con sus características propias y con su historia; es sobre todo
cada persona, sin distinción ni discriminación. También es nuestra “casa
común”: el planeta en el que Dios nos ha colocado para vivir y al que estamos
llamados a cuidar con interés. Por tanto, este es también mi deseo al comienzo
del nuevo año: “Paz a esta casa”.
2. El desafío de una buena política
La paz es como la esperanza de la que habla el poeta Charles Péguy[2];
es como una flor frágil que trata de florecer entre las piedras de la violencia.
Sabemos bien que la búsqueda de poder a cualquier precio lleva al abuso y a la
injusticia. La política es un vehículo fundamental para edificar la ciudadanía
y la actividad del hombre, pero cuando aquellos que se dedican a ella no la
viven como un servicio a la comunidad humana, puede convertirse en un
instrumento de opresión, marginación e incluso de destrucción.
Dice Jesús: «Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y el
servidor de todos» (Mc 9,35). Como subrayaba el Papa san Pablo
VI: «Tomar en serio la política en sus diversos niveles ―local,
regional, nacional y mundial― es afirmar el deber de cada persona, de toda
persona, de conocer cuál es el contenido y el valor de la opción que se le
presenta y según la cual se busca realizar colectivamente el bien de la ciudad,
de la nación, de la humanidad»[3].
En efecto, la función y la responsabilidad política constituyen un desafío
permanente para todos los que reciben el mandato de servir a su país, de
proteger a cuantos viven en él y de trabajar a fin de crear las condiciones
para un futuro digno y justo. La política, si se lleva a cabo en el respeto
fundamental de la vida, la libertad y la dignidad de las personas, puede
convertirse verdaderamente en una forma eminente de la caridad.
3. Caridad y virtudes humanas para una política al
servicio de los derechos humanos y de la paz
El Papa Benedicto XVI recordaba que «todo
cristiano está llamado a esta caridad, según su vocación y sus posibilidades de
incidir en la pólis. […] El compromiso por el bien común, cuando
está inspirado por la caridad, tiene una valencia superior al compromiso
meramente secular y político. […] La acción del hombre sobre la tierra, cuando
está inspirada y sustentada por la caridad, contribuye a la edificación de esa
ciudad de Dios universal hacia la cual avanza la historia de la familia humana»[4].
Es un programa con el que pueden estar de acuerdo todos los políticos, de
cualquier procedencia cultural o religiosa que deseen trabajar juntos por el
bien de la familia humana, practicando aquellas virtudes humanas que son la
base de una buena acción política: la justicia, la equidad, el respeto mutuo,
la sinceridad, la honestidad, la fidelidad.
A este respecto, merece la pena recordar las “bienaventuranzas del
político”, propuestas por el cardenal vietnamita François-Xavier Nguyễn Vãn Thuận, fallecido en el año 2002, y que fue un fiel testigo del Evangelio:
Bienaventurado
el político que tiene una alta consideración y una profunda conciencia de su
papel.
Bienaventurado el político cuya persona refleja credibilidad.
Bienaventurado el político que trabaja por el bien común y no por su propio interés.
Bienaventurado el político que permanece fielmente coherente.
Bienaventurado el político que realiza la unidad.
Bienaventurado el político que está comprometido en llevar a cabo un cambio radical.
Bienaventurado el político que sabe escuchar.
Bienaventurado el político que no tiene miedo[5].
Bienaventurado el político cuya persona refleja credibilidad.
Bienaventurado el político que trabaja por el bien común y no por su propio interés.
Bienaventurado el político que permanece fielmente coherente.
Bienaventurado el político que realiza la unidad.
Bienaventurado el político que está comprometido en llevar a cabo un cambio radical.
Bienaventurado el político que sabe escuchar.
Bienaventurado el político que no tiene miedo[5].
Cada renovación de las funciones electivas, cada cita electoral, cada etapa
de la vida pública es una oportunidad para volver a la fuente y a los puntos de
referencia que inspiran la justicia y el derecho. Estamos convencidos de que la
buena política está al servicio de la paz; respeta y promueve los derechos
humanos fundamentales, que son igualmente deberes recíprocos, de modo que se
cree entre las generaciones presentes y futuras un vínculo de confianza y
gratitud.
4. Los vicios de la política
En la política, desgraciadamente, junto a las virtudes no faltan los
vicios, debidos tanto a la ineptitud personal como a distorsiones en el
ambiente y en las instituciones. Es evidente para todos que los vicios de la
vida política restan credibilidad a los sistemas en los que ella se ejercita,
así como a la autoridad, a las decisiones y a las acciones de las personas que
se dedican a ella. Estos vicios, que socavan el ideal de una democracia
auténtica, son la vergüenza de la vida pública y ponen en peligro la paz
social: la corrupción —en sus múltiples formas de apropiación indebida de
bienes públicos o de aprovechamiento de las personas—, la negación del derecho,
el incumplimiento de las normas comunitarias, el enriquecimiento ilegal, la
justificación del poder mediante la fuerza o con el pretexto arbitrario de la
“razón de Estado”, la tendencia a perpetuarse en el poder, la xenofobia y el
racismo, el rechazo al cuidado de la Tierra, la explotación ilimitada de los
recursos naturales por un beneficio inmediato, el desprecio de los que se han
visto obligados a ir al exilio.
5. La buena política promueve la participación de
los jóvenes y la confianza en el otro
Cuando el ejercicio del poder político apunta únicamente a proteger los
intereses de ciertos individuos privilegiados, el futuro está en peligro y los
jóvenes pueden sentirse tentados por la desconfianza, porque se ven condenados
a quedar al margen de la sociedad, sin la posibilidad de participar en un
proyecto para el futuro. En cambio, cuando la política se traduce,
concretamente, en un estímulo de los jóvenes talentos y de las vocaciones que
quieren realizarse, la paz se propaga en las conciencias y sobre los rostros.
Se llega a una confianza dinámica, que significa “yo confío en ti y creo
contigo” en la posibilidad de trabajar juntos por el bien común. La política
favorece la paz si se realiza, por lo tanto, reconociendo los carismas y las
capacidades de cada persona. «¿Hay acaso algo más bello que una mano tendida?
Esta ha sido querida por Dios para dar y recibir. Dios no la ha querido para
que mate (cf. Gn 4,1ss) o haga sufrir, sino para que cuide y
ayude a vivir. Junto con el corazón y la mente, también la mano puede hacerse
un instrumento de diálogo»[6].
Cada uno puede aportar su propia piedra para la construcción de la casa
común. La auténtica vida política, fundada en el derecho y en un diálogo leal
entre los protagonistas, se renueva con la convicción de que cada mujer, cada
hombre y cada generación encierran en sí mismos una promesa que puede liberar
nuevas energías relacionales, intelectuales, culturales y espirituales. Una
confianza de ese tipo nunca es fácil de realizar porque las relaciones humanas
son complejas. En particular, vivimos en estos tiempos en un clima de
desconfianza que echa sus raíces en el miedo al otro o al extraño, en la
ansiedad de perder beneficios personales y, lamentablemente, se manifiesta
también a nivel político, a través de actitudes de clausura o nacionalismos que
ponen en cuestión la fraternidad que tanto necesita nuestro mundo globalizado.
Hoy más que nunca, nuestras sociedades necesitan “artesanos de la paz” que
puedan ser auténticos mensajeros y testigos de Dios Padre que quiere el bien y
la felicidad de la familia humana.
6. No a la guerra ni a la estrategia del miedo
Cien años después del fin de la Primera Guerra Mundial, y con el recuerdo
de los jóvenes caídos durante aquellos combates y las poblaciones civiles
devastadas, conocemos mejor que nunca la terrible enseñanza de las guerras
fratricidas, es decir que la paz jamás puede reducirse al simple equilibrio de
la fuerza y el miedo. Mantener al otro bajo amenaza significa reducirlo al
estado de objeto y negarle la dignidad. Es la razón por la que reafirmamos que
el incremento de la intimidación, así como la proliferación incontrolada de las
armas son contrarios a la moral y a la búsqueda de una verdadera concordia. El
terror ejercido sobre las personas más vulnerables contribuye al exilio de
poblaciones enteras en busca de una tierra de paz. No son aceptables los
discursos políticos que tienden a culpabilizar a los migrantes de todos los
males y a privar a los pobres de la esperanza. En cambio, cabe subrayar que la
paz se basa en el respeto de cada persona, independientemente de su historia,
en el respeto del derecho y del bien común, de la creación que nos ha sido
confiada y de la riqueza moral transmitida por las generaciones pasadas.
Asimismo, nuestro pensamiento se dirige de modo particular a los niños que
viven en las zonas de conflicto, y a todos los que se esfuerzan para que sus
vidas y sus derechos sean protegidos. En el mundo, uno de cada seis niños sufre
a causa de la violencia de la guerra y de sus consecuencias, e incluso es
reclutado para convertirse en soldado o rehén de grupos armados. El testimonio
de cuantos se comprometen en la defensa de la dignidad y el respeto de los
niños es sumamente precioso para el futuro de la humanidad.
7. Un gran proyecto de paz
Celebramos en estos días los setenta años de la Declaración Universal de
los Derechos Humanos, que fue adoptada después del segundo conflicto mundial.
Recordamos a este respecto la observación del Papa san Juan
XXIII: «Cuando en un hombre surge la conciencia de los propios
derechos, es necesario que aflore también la de las propias obligaciones; de
forma que aquel que posee determinados derechos tiene asimismo, como expresión
de su dignidad, la obligación de exigirlos, mientras los demás tienen el deber
de reconocerlos y respetarlos»[7].
La paz, en efecto, es fruto de un gran proyecto político que se funda en la
responsabilidad recíproca y la interdependencia de los seres humanos, pero es
también un desafío que exige ser acogido día tras día. La paz es una conversión
del corazón y del alma, y es fácil reconocer tres dimensiones inseparables de
esta paz interior y comunitaria:
— la paz con nosotros mismos, rechazando la intransigencia, la ira, la
impaciencia y ―como aconsejaba san Francisco de Sales― teniendo “un poco de
dulzura consigo mismo”, para ofrecer “un poco de dulzura a los demás”;
— la paz con el otro: el familiar, el amigo, el extranjero, el pobre, el
que sufre...; atreviéndose al encuentro y escuchando el mensaje que lleva
consigo;
— la paz con la creación, redescubriendo la grandeza del don de Dios y la
parte de responsabilidad que corresponde a cada uno de nosotros, como
habitantes del mundo, ciudadanos y artífices del futuro.
La política de la paz ―que conoce bien y se hace cargo de las fragilidades
humanas― puede recurrir siempre al espíritu del Magníficat que
María, Madre de Cristo salvador y Reina de la paz, canta en nombre de todos los
hombres: «Su misericordia llega a sus fieles de generación en generación. Él
hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, derriba del
trono a los poderosos y enaltece a los humildes; […] acordándose de la
misericordia como lo había prometido a nuestros padres en favor de Abrahán y su
descendencia por siempre» (Lc 1,50-55).
Vaticano, 8 de diciembre de 2018
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